«Cuando yo tenía tres años mi madre me metía a hurtadillas en un cine dos o tres veces por semana. Mi primera película fue El jorobado de Notre Dame, de Lon Chaney. Aquel lejano día de 1923 se me curvó para siempre la columna y la imaginación. A partir de entonces supe reconocer a un maravillosamente grotesco compatriota de la oscuridad no bien lo veía. Corría una y otra vez a ver las películas de Chaney para deleitarme de miedo. Llevaba a horcajadas sobre mi vida al Fantasma de la Opera, de capa escarlata. Y cuando no era el Fantasma era la terrible mano que gesticulaba detrás de la biblioteca en El gato y el canario, invitándome a buscar más oscuridad escondida en los libros.
Yo estaba enamorado, por entonces, de los monstruos y los esqueletos y los circos y las ferias y los dinosaurios y, por último, del Planeta Rojo.
Con esos primitivos ladrillos he construido una vida y una carrera. Todo lo bueno de mi existencia me ha venido de mi duradero amor por esas cosas sorprendentes».

Ray Bradbury y el Señor Eléctrico, Cultura y Entretención, Diario La Tercera, Domingo 10 de junio 2012, pag. 66.

Deja un comentario